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K-PAX
- Edward Shearmur
Por Joaquín R. Fernández. Edward Shearmur es un compositor que ha alcanzado cierta notoriedad en un breve espacio de tiempo. Su verdadera carta de presentación en Hollywood se la brindó Iain Softley con Las Alas de la Paloma, aunque anteriormente ya había participado en otros proyectos menos conocidos, siendo además un orquestador habitual de Michael Kamen. A pesar de su juventud (aún le queda para llegar a la cuarentena), ha conseguido colarse en algunas producciones cinematográficas de cierto renombre comercial (Los Ángeles de Charlie, Crueles Intenciones), y son bastantes los aficionados a las bandas sonoras que se han fijado en él. Shearmur es uno de esos autores que combinan en sus partituras un agradable clasicismo con los ritmos más modernos y, por qué no decirlo, repetitivos. K-PAX es una buena muestra de ello; sólo hay que escuchar la pieza que acompaña a los títulos de crédito iniciales de la cinta, "Grand Central", para percatarnos de cómo es su estilo. Primero, utiliza una pegadiza y adecuada melodía como eje central de su música. A través de unas escasas y suaves notas, que, según se desarrollan, van adquiriendo una mayor intensidad, Shearmur logra resumir el espíritu de este filme tan peculiar. Ahora bien, minutos después también ofrece una amalgama de cadencias que, si bien consiguen agradar en numerosas ocasiones, acaban exasperando en otras, pues su inclusión no es fundamental para otorgarle consistencia a la banda sonora (se trata, tan sólo, de un vulgar ornamento). Particularmente hermosos (y efectivos en la cinta) son los temas "Constellation Lyra" y "Blue Bird". Si la partitura hubiera caminado enteramente por estos derroteros, estaríamos hablando ahora de una auténtica delicia musical, y ello a pesar de la escasa originalidad de muchas de sus premisas. Y lo digo porque la sombra de Thomas Newman se hace constante en numerosas de las pistas del compacto, en una nueva muestra de cómo productores, realizadores y compositores intentan desesperadamente imitar la pericia de otros a la hora de crear nuevos estilos. En todo caso, en esta ocasión le ha salido bien la jugada al señor Shearmur. En definitiva, una obra que agradará a los entusiastas de los trabajos más minimalistas de Thomas Newman, a pesar de que somos muchos los que creemos que esta fórmula pronto se verá agotada. Pero, ya saben, mientras sigan llegando a nuestras pantallas sucedáneos de American Beauty, también habrá un Edward Shearmur dispuesto a remedar con descaro las novedosas notas que otros han dispuesto con anterioridad. Si lo hacen de forma decente, como es el caso de K-PAX, bienvenidas sean.
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